Me
había puesto un paño de cocina, a modo de delantal. Un delantal, te cubre tu ropa de diario.
Aunque desde que conocía a mi pareja,
siempre procuraba estar lo más deseable posible. Cuidaba mi aspecto externo e
interno; ropa interior sugerente, peinado a la última, gastaba algún dinero en
cremas y por supuesto, procuraba que a la hora que llegaba de trabajar, estar
siempre de punta en blanco, ya me entendéis, deseaba despertar sus instintos
mas animales, a la vez que me gustaba estar irresistible y también porque no
decirlo, para el resto del mundo. Me hacía feliz que me miraran por la calle,
en los supermercados, en las cafeterías, y que de vez en cuando me dirigieran
una mirada cómplice o un piropo.
No me arrepiento de ningún modo, de tener un
comportamiento tradicional.
A mi pareja la veo bien en su papel, ninguno de los
dos hemos hablado de adoptar ninguno, no ha habido repartos de tareas, aunque a
veces lo comentamos entre risas, la cosa parece que funciona.
Me encanta buscar sus zapatillas, y llevárselas,
cocinar, frotarle la espalda en la cama mientras le aplico crema. Me gusta
pasar horas sintiendo su tibio cuerpo desnudo a mi lado y que a veces, después de hacer el amor como dos
animales, se quede en la cama fumando,
mientras yo le busco una bebida o me levanto a fregar los platos.
Me gusta echarme en su regazo y que me acaricie el
pelo, o que pase sus bonitas manos por mi cuerpo.
Pensareis que mi comportamiento, es el típico de un
animal. Me dice, que soy muy primitiva,
pero, es tan dulce sentirse querido por ella.
En fin parece una locura, pero al nacer ninguno de
los dos traíamos una etiqueta, donde pusiera, que cosas si, y cuales no
teníamos que hacer en el futuro.
Me gusta decidir en mi casa y estar a su entero
servicio, siempre. No sé si a ella le gustara que sea siempre así. A mi me encanta y a ella, la veo feliz
Joaquín Vidal, marzo de 2001