sábado, 17 de diciembre de 2011

El día de nuestra boda



Volví a mirar por el espejo retrovisor, no había cambiado nada en estos tres años, incluso la veía mucho más guapa, como era lógico en las novias el día de su boda.

Yo, llevaba ocho meses que trabajaba en esta empresa de alquiler de coches de lujo, principalmente mi labor consistía en bodas, hombres de negocios y pasear a todo aquel que fuera capaz de pagar el precio.

En ese momento, ese día para mí era especial, la novia que llevaba detrás vestida de blanco, había sido mi novia durante cinco años y paradójicamente yo la llevaba el día de su boda a la ceremonia. Se me pasaron por la mente todos los momentos que habíamos pasado juntos, planes, ilusiones, todo queibadó a medias.

Ella, por supuesto, me había reconocido pero guardaba un mustismo absoluto. El padrino, era su tio, me lo presentaron una vez y coincidimos en un par de ocasiones, pero no me reconoció con el uniforme. No se había puesto corbata en su vida y parecía que se iba a ahogar con el nudo, me pidió que parara en un bar para comprar tabaco.


Era un día lluvioso, la poca gente que se veía por la calle, iban con prisas, con un pequeño trote, buscando soportales y cornisas para guarecerse. Elegí una mesa al lado de una gran ventana, quería verla llegar, repasé mentalmente lo que iba a decirle, llevábamos un par de meses con discusiones continuas, por los detalles más nímios, todo venía desde que encontró un trabajo, desde ese momento las cosas empezaron a acelerarse y ella quería casarse, yo la verdad no lo tenía claro, la quería, pero mi vida actual, amigos, libertad, vivía con mis padres sin ningún problema. No quería casarme hasta dentro de unos años. En cuanto entró empezamos a discutir, no daba mi brazo a torcer. Salimos cada uno por su lado, no nos llamamos en un par de semanas. Habían pasado dos meses, me la encontré viendo salir la Amargura, iba con una amiga. Nos abrazamos durante un minuto, estuvimos toda la tarde noche juntos, hablamos de mil cosas, reímos, yo para mis adentros pensaba que después de ese corte, la relación duraría otros cuatro o cinco años, nos dirigimos a un hotel, teníamos ganas de recuperar el tiempo perdido, pero por el caminos, empezó otra vez con el mismo tema, la boda, me paré en seco,- cásate conmigo, tú me quieres- me dijo ella, yo sin contestar me di media vuelta, me fui.

Había pasado un año, en la boda de un amigo común volví a verla, mi corazón pareció querer salir por mi garganta. Iba acompañada de un chico.

No he vuelto a verla hasta hoy, el día de su boda.El padrino me tocó el hombro, para que parara a comprar el tabaco. Aparqué lentamente junto a la acera a unos treinta metros del bar. Cuando bajó, miré por el espejo, en ese momento, nuestros ojos, dijeron miles de cosas, yo me volví, quería hablar un minuto, decirle que…., ella me puso sus dedos en mis labios y me dijo, - si en este momento me dices que no me case, lo tiro todo por la borda y me voy contigo-. Mis ojos se nublaron, era incapaz de pronunciar una palabra, mi cerebro estaba paralizado, pensé, la quiero, ella me sigue queriendo, sacando fuerzas de no sé donde fui a pronunciar… en ese momento llegó el padrino corriendo, - vamos, vamos que llegamos tarde-.

Doce minutos después los dejé en la iglesia. Llame a la agencia para que me relevaran, no me encontraba bien.

Han pasado tres años desde ese día, solo la he visto una vez, con su pareja y un pequeño. Hay mañanas que me levanto y pienso, que hubiera sido de nuestras vidas si ese día yo hubiera hablado.

Joaquín Vidal 22-8-1993

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