martes, 31 de julio de 2012

Que tardes más grandes

Creo que esa tarde, hacía tanto calor como hoy, serían las 19h. el sol había calentado las barandillas y escalones de la escalera que daba a la azotea superior, la inferior, con el suelo caliente obligaba a nuestros pies descalzos a dar pequeños saltos de vez en cuando. Esta azotea, rodeada a la derecha por una baranda también metálica, a la izquierda un muro blanco la separaba de un patio interior y al fondo opuesto un lavadero con doce pilas donde las vecinas lavaban sus ropas diariamente. A esa hora nadie lavaba solo nosotros los niños nos adueñábamos del espacio. Esa tarde decidimos ofrecer un espectáculo muy español, muy andaluz, se celebraría una gran corrida de toros, con un solo toro y un solo espada, “El niño de la encarnación” afamado torero de cinco años que muleta en ristre entraba en la azotea, muleta en ristre y espada sin filo de aluminio. Desde los escalones de la escalera, la presidencia compuesta de dos niñas de seis años guapísimas aplaudía, detrás del torero, dos subalternos de cinco y siete años serios, acompañando al maestro. En el corral improvisado en el lavadero, el toro, hecho de cartón con dos ruedas y unos cuernos de verdad esperaba a los clarines, que sería empujado por un valiente.

Al otro lado del patio, en la baranda, lejos del ruedo pero ojo avizor, Antonio, el artesano que construyo el toro, el estoque y padre del torero no quitaba ojo, pensando “Desde que te vi nacer, sabía que por la burra venías”.

Salió el morlaco bufando, sembrando el miedo en la plaza y en los tendidos, la presidencia con las manos delante de los ojos intentaba no ver al toro galopando, empujado con fuerza por el niño. El torero afianzando sus pies en las calientes losetas, abrió en abanico el pesado capote y lo recibió con un pase medido, estrecho, sin moverse un milímetro de su sitio, que levanto una exclamación de asombro en los tendidos. Esa tarde clamorosa, terminó con el torero a hombros de sus seguidores, entregando los trastos de matar a su padre, el toro descansando en el lavadero y la presidencia, subalterno, el encargado de toriles y algunos niños más terminaron juagando indios y vaqueros y las niñas, se separaron para jugar con sus muñecas.

Antonio, se equivocó, su hijo no llegó a ser torero, pero si es verdad que en los años siguientes hubo muchas tardes de grandes triunfos en esa azotea o en la calle, ni había televisión, máquinas electrónicas, solo disfrutábamos de risas, peleas, algún puñetazo, juegos de médicos y un miedo común al practicante. Eran otros tiempos.

Joaquín Vidal 31/07/12

viernes, 27 de julio de 2012

El destino me ha regalado una vida

Ahora lo sé, siguiendo tus pasos día a día sin importarme tu silencio, me acerco más a ti. Recuerdo que un tarde tormentosa refugiados bajo una marquesina de la parada de una línea de transporte público, rodeados de una fauna ciudadana de jóvenes, ancianos y niños, rocé tu mano al intentar alcanzar la puerta de autobús. La lluvia en ese momento, arreciaba como pequeñas flechas clavándose en mi rostro. Cuantos días había esperado ese momento, mi timidez enfermiza, siempre me impedía siquiera mirarte de frente. A hurtadillas, levantaba mis ojos, intentando con disimulado interés en mirar tu cuerpo.

Con el roce de tu piel y cuando el autobús se alejaba contigo en su interior, salte al asfalto y empapado hasta los huesos, saltaba cantando de alegría, con la lluvia disimulando mis lagrimas, me incliné haciendo una reverencia a varios coches que casi me atropellan y después sonriendo, hoy soy feliz, he tocado su piel, me quite el abrigo y envolví mi brazo para no perder su olor. Llegue a mi casa minutos después y pase una larga semana en cama con un resfriado descomunal pero con el brazo en cabestrillo, feliz.

Volví al mismo sitio cuando me repuse, nada más doblar la esquina la vi, me acerque, hoy era el día, daría sentido a mi vida, no podía dejarla que se fuera, me acerqué, la miré y antes de que pudiera hablar, me miro con sus negros ojos y me dijo metiendo su mano en el bolso de mano que llevaba,- desde que te vi, sabía que por la burra venias-, en ese momento llegó el autobús, se monto y la perdí de vista. Estuve unos minutos parado, sin saber qué hacer, ¿Qué me había querido decir, era una cita, un acertijo, quería volver a verme? Un ciego que estaba al lado ofreciendo cupones para su venta me dijo, -joven, váyase a casa, el destino, le ha regalado una vida.-

Joaquín Vidal 27-07-12

jueves, 26 de julio de 2012

Historía de una frase

Los burros atados a los arreos del carro descansaban, rodeados de moscas que incansables, a pesar de los gestos nerviosos de piernas y pecho se empeñaban en dejar sus huevos en las pequeñas heridas que aparecían en las patas de algunas de las bestias. Los cocheros, fumaban en corro, lanzando grandes risotadas, sin perder de vista el tránsito de transeúntes y encargados de las tiendas, esperando tener la suerte de hacer un porte que llevara unas pocas monedas a su empobrecida economía.

Maruja, esperaba en la tienda, había pedido un cuarto Kg de café, la mitad del cuarto de garbanzos y 200grs. de bacalao. Desde pequeña siempre le había impresionado esa guillotina, que ahora le parecía pequeña, que troceaba el bacalao, la cuchilla afilada caía inmisericorde dando tajos precisos. Detrás de los dependientes, Mauro con su bata color marrón claro, camisa y corbata negra observa cuidadosamente los pedidos que se servían, corrigiendo a veces las cuentas y poniendo nerviosos a los dependientes, con su estrecha vigilancia.
Maruja, se sentía incómoda con su presencia por esa extraña sensación que flotaba en el ambiente cuando él salía de su despacho, ya había notado en varías ocasiones que al entrar en la tienda, el muchacho de los recados corría a la oficina y al momento Mauro salía, regalándole una sonrisa. Maruja, secretamente y en el fondo de su corazón, se sentía halagada, su matrimonio, monótono, previsible y rutinario hacía tiempo que navegaba a la deriva y en el que ella, tenía la función de capitán, maquinista, carbonero y grumete. Mauro, una vez, intentó no cobrarle el importe de su compra, delante de todo el mundo, ella, solo lo miró una vez, con sus negros ojos llenos de desprecio, despechada salió de la tienda, que tonta había sido, le dolía no tanto por el desprecio sino por pensar que ella había llamado la atención de un hombre joven y apuesto.

Pasaron dos semanas y ella no se atrevió a ir a la tienda, compraba en otra, le hacía menos gracia pero no quería encontrarse con ese medio hombre.
Un domingo que su marido estaba en el fútbol, ella esperaba el autobús, visitaría a su hermana que vivía en un barrio periférico de la ciudad. Un coche se acercó lentamente, la ventanilla derecha se deslizó suavemente y al volante, Mauro, el encargado de la tienda, le sonreía abiertamente. Maruja, creyó morir, que sinvergüenza, como se atrevía, sus piernas apenas le sostenían, su corazón galopaba ruidosamente, teniendo la sensación de que toda la plaza escuchaba sus latidos. Mauro, ni siquiera le hablo, se limitó a extender la mano, mientras los coches parados detrás hacían sonar sus bocinas, ella, trabajosamente dio primero un paso, después otro y otro y terminó sentada en el asiento del copiloto.

Recorrieron, más de treinta kilómetros, en silencio. Mauro sacó el coche de la carretera y se dirigió por unos caminos de tierra, aparcando en un bosque cercano. Se volvió y empezó a meterle mano por todos sitios, sus gruñidos de animal en celo, derrumbaban uno tras otros las ilusiones que ella inocentemente se había forjado. El la sacó del vehículo la tumbó encima del capo y subiéndole la falta se tiró encima, en ese momento oyó una voz de mujer que le decía,-“Desde que te vi, sabía que por la burra venías”-. No pudo oír nada más, un feo agujero se abría en su nuca, con un estilete de plata clavado hasta la empuñadura.

Maruja, se alisó el vestido, después de una hora salió a la carretera, en su bolso, el estilete, a lo lejos se acercaba un coche haciéndole señas para que la recogiera para llevarla a casa, esperaba en esa linda tarde de verano no tener que repetir la frase.

Joaquín Vidal 26/7/2012

A esa mujer de corazón grande y “colorao”


Dieciséis años, queriéndote a cada momento, cada segundo. Cierto que ese cariño es en la distancia, pero ¿no tiendes un puente cuando sonríes? Esos cabellos rubios ¿no son acaso amaneceres con un sol esplendoroso, radiante, envidia de la civilización azteca? Te has convertido en mujer, con todas las palabras. , honesta, educada, responsable, sensible, amiga de tus amigas y amigos, preocupada de las cosas que ocurren en las vidas de las personas que quieres y te rodean.
Cantas, escribes, tocas un poco la guitarra y aporreas el piano, sueñas, vives.
Dentro de unos días nos veremos, compartiremos juntos risas, desayunos, besos, abrazos, por unos días ejerceré de padre, hermano mayor, escudo, enamorado de tu presencia y enemigo de tu ausencia.
Mujer dieciséis, sigue caminando por la vida, siendo tu, tu corazón el mejor tesoro, déjalo volar sin rejas ni brazaletes como hasta ahora, las almas gemelas te seguirán.
En este mundo que hoy nos ha tocado vivir, necesitamos personas como tú. Feliz Cumpleaños Julia.

Joaquín Vidal 26/7/2012




viernes, 13 de julio de 2012

La lucha por sobrevivir


Solo con leer lo que escribís en esta página e imagino los que escribiréis después, serán millones de cristales clavados en mi alma. A estas alturas de la vida, has sobrevivido más que vivir, pero me pregunto, ¿no hay momentos en tu vida que has querido sobrevivir? cuando eres joven, sobrevives casi todo el tiempo y no te importa, eres feliz, deseas sobrevivir todo el tiempo, ni sabes ni quieres saber que va a pasar mañana.
Conforme van pasando los años empiezas a vivir, pero no es tu vida, vives la vida de los demás. Por eso hay momentos, aunque sean segundos, minutos que deseas sobrevivir, como antaño. El tiempo inexorable, marca el paso. Yo, en secreto, una veces procuro que mi corazón, otras mi cerebro, no se enteren que a veces, sin que ellos lo sepan, sobrevivo.

Joaquín Vidal 7/2012

lunes, 9 de julio de 2012

Llevo años siguiendo los senderos, viviendo al día, con las estrellas como techo de mis sueños.
En los arroyos sin presencia humana, he bebido siete veces durante los días que he querido. Recuerdo las pocas ocasiones que nos hemos visto. Siempre he esperado con disimulada timidez, las cenas de Navidad, donde solías salir al jardín, unido por un camino de hojas secas al bosque que yo presentía inexplorado. ¿Pensaste alguna vez, cruzar ese camino de hojas secas? Para mí esas noches siempre eran inolvidables, solo con rozar tu pelo, besar tus mejillas en los saludos y despedidas, oler tu perfume, calmaba mis ansias retenidas durante un año. Todos los años preparaba un pequeño discurso, intentando soltarlo a bocajarro cuando estuviera un solo segundo a solas contigo. Después, frente a ti, mi boca se secaba, la lengua se convertía en un pesado corcho inmóvil. A esperar otro año, sin salir de la ciudad, no quiero pasear si no es contigo por el bosque inexplorado.

Joaquín Vidal 7/2012

sábado, 7 de julio de 2012

Ausencia de ti

Este verano te has retrasado, no has aparecido, yo fiel a nuestra cita anual, aun sabiendo que no vendrías, he pasado momentos para olvidar. En las redes sociales, sigo tu día a día, celebrando cada momento en el que te veo reír, disfrutar y pienso para mí, es natural. A veces me sorprendo hablando solo, corrigiendo un momento, un comportamiento con peligro para ti, pero no te asustes, eso es solo fruto del amor que siento por ti.
Joaquín Vidal 7/2012

domingo, 1 de julio de 2012

Quiero tener un recuerdo de lo que viví como un sueño


Una noche mágica, sin hogueras, en la penumbra. Solo una tímida luna iluminaba como un foco de una barra imaginaría sobre el escenario.

Hace unos meses, desconocidos con sus vidas a la espalda. En este tiempo, cada vez que un apretón de manos, abrazos o unos besos se han cruzado, antes o después de los duros ensayos, los gritos, reproches, correcciones, alientos, del director, hemos ido negociando trozos de nuestras vidas, entregando y recibiendo relatos frente a frente sin tecnologías con la palabra, donde desgranábamos alegrías y penas, espejos de todas las vivencias que tiene esta vida terrenal. Sin darnos cuenta, se ha ido tejiendo una hermandad, que la otra noche, trece almas, vivieron como un momento especial.

Por eso, quiero compartir con vosotros este recuerdo, cada uno que lo viva como mejor le siente a su corazón. Yo, hace unos meses cuando empecé a hacer teatro con vosotros, deseé un sueño, reírme mucho, mucho, con vosotros en una noche mágica, sin hogueras, en la penumbra, iluminado solo por esa tímida luna como un foco de una barra imaginaría sobre el escenario de esta vida, que espero algún día, volver a representar.

Joaquín Vidal 1-7-2012