lunes, 13 de agosto de 2012

Que importa, ahora, en este momento que consientas mi locura. Si una locura es consentida, es menos locura. A estas alturas, para mí no tiene importancia. Cuando la vida es fotografiada, retransmitida a cada segundo por las redes sociales, cuando cientos de cámaras, ventanas entreabiertas, duermevelas, móviles de última generación vigilan tus pasos ¿queda lugar para la locura? Busco locuras reales, de las que a la mañana siguiente, un nudo en la boca del estomago, te hace recordar durante días esa bendita locura que cometiste.


Las mejores son las que cuando han pasado años y vuelves al lugar, o miras a hurtadillas con la boca seca a quien compartió contigo ese momento divino, tu cerebro no consintió pero para tu corazón siempre será consentido
Joaquín Vidal Agosto 2012

sábado, 11 de agosto de 2012

Locuras consentidas

Locuras consentidas, solo recuerdo que las cometí, cuando se nos rompió, rompí o rompiste nuestro amor. Exploramos nuestros cuerpos y el de extraños, como animales sedientos, dando rienda suelta, al principio a nuestras fantasías guardadas, soñadas, deseadas, pero una vez que nos convertimos en extraños, en pasajeros de diferentes trenes que en los últimos, meses o años, ya no recuerdo, se encontraban en vía muerta.

Pero las que de verdad me mantenían vivo antes y después de esto, son esas locuras desconocidas, no consentidas, en la cafetería de la oficina, casi sin conocernos, acercarme después de cruzar, de desearnos con la mirada durante semanas, a tu espalda y soplar aire en tu nuca, despacio muy despacio. Disfruto viendo tu turbación, el escalofrío que eriza tu vello y hace que la taza de café que sostienes en tu mano caiga al suelo con estrepito y se rompa en mil pedazos.

Caminar por la calle, estar sentado en una cafetería, en la calle frio, mucho frio, cuando entras, nuestros ojos, hablan en un idioma que solo entendemos los locos de los momentos no consentidos, de las locuras que te llevan al éxtasis, al límite, y terminar haciendo el amor como animales en el baño, saliendo después cada uno a seguir su vida, a vivir su locura consentida, que hoy ya puedes saberlo pero no quieres verlo, que terminaras cometiéndola cuando ya tu tren descanse, tranquilo, apacible, en una vía muerta.

Joaquín Vidal 8/2012

martes, 7 de agosto de 2012

Mi vida, una gran mentira

De cuerpo presente, con cuatro cirios flanqueando el catafalco, descansaba el finado. Su vida, no os quiero engañar, su nacimiento, su vida y ahora su muerte, ha sido una gran mentira.

Nació en un hospital y por vergüenza, su madre, madre soltera, en tiempos oscuros, mintió al poner el nombre del padre al que no conoció. Creció entre carteristas, putas y ladrones y por la noche, vestido de punta en blanco, seducía con mentiras a mujeres ricas para vaciarles los bolsillos.

Dejó varios embarazos por el camino y pasó largas temporadas en la cárcel, una vez fuera, presumía de haber realizado fantásticos viajes por todo el mundo.
Pasados los años, cuando su cuerpo buscaba la tierra, se engañaba, soñando con grandes golpes y tesoros fabulosos.

Murió, planeando su gran mentira, engañar a la muerte, cosa que hasta el más tonto sabe que a “La Parca” no hay quien la engañe.

Joaquín Vidal 8/2012

domingo, 5 de agosto de 2012

La mentira

Cuantas cosas se escriben desde el miércoles pasado sobre la mentira. No os parece que estamos como en un colegio de párvulos, echándonos la culpa unos a otros, señalando, disparando a todo lo que se mueve, aquí hay mentira, levanta la alfombra, aquel miente, ella o él me ha engañado.

Desde que edad empezamos los seres humanos a mentir, ¿desde que nacemos, con pocos años, adolescentes, adultos, cuando morimos?
Cuando tenemos uso de razón utilizamos esa herramienta para conseguir lo que queremos, aunque a veces nos cueste caro. Hay mentirosos patológicos, enfermos que son detectados en el momento, esos no son peligrosos.

El peligro viene en silencio, como un torpedo submarino que surca las profundidades y no te enteras hasta que no abre un boquete en tu costado, en tu alma, en tu corazón o en tu propia vida. Porque el engaño, la mentira, es como una mancha indeleble que desaparece pero no se quita, siempre está presente, huimos de ella, queremos olvidar. Si eres capaz de hacerlo sanamente, estupendo, como recurras a drogas, alcohol u otras drogas esa mentira acabará con tu vida.

Lo mejor es ser consciente, reconocer que tu también, en algún momento la has utilizado, recoger los trozos del naufragio y poner rumbo a un puerto amigo, restañar tus heridas y volver a la mar océana, sabiendo que la mentira, forma parte de nuestras vidas e intentar utilizarla solo como si realizaras un simulacro de una catástrofe, que realmente a nadie le afecte ni le haga daño.

Joaquín Vidal 8/2012