jueves, 10 de noviembre de 2011

Soldados Niños jugando a ser hombres. La vida, sin siquiera sospecharlo, ya nos había enseñado los dientes. Cuantos sueños ahogados en alcohol. Noches de borracheras, mujeres abrazadas, maldiciones y golpes en el pecho, para terminar llorando y contando a quien nos quisiera escuchar que importante éramos antes de estar en esta cárcel, pidiendo a gritos regresar a casa. Largas caminatas con equipo pesado, armas al hombro, una bazofia de rancho, mucho tabaco barato, prestado a veces, robado las más y pocas veces comprado. Las ganas de volver a casa, eran junto con la nostalgia de nuestras anteriores vidas, nuestros sueños, acunados por el cielo estrellado, que nos arropaba noche tras noche en guardias interminables, calzados con varios pares de guantes y calcetines, mezclados con plástico para aguantar el frio. La lluvia constante, la nieve, el barro, incomodo compañero que pasados los meses echabas de menos cuando amanecía un día soleado. Después de dos años en ese infierno, vuelves a casa, que alegría, vas empujando con tu corazón el tren, corre, corre quiero ver a los míos, recuperar lo mío, dejar atrás estos meses de dolor, Han pasado dos meses, estoy en mi tierra, en mi sitio, pero no lo reconozco. La ciudad no huele igual, mi familia, amigos, todo ha cambiado, en los bares el serrín del suelo no se pega a mis suelas. Mis grandes amigas ya no ríen con mis risas, hasta el alcohol me sabe diferente. Aquí hoy, en mi ciudad estoy de noche de borrachera, mujeres abrazadas, maldiciones y golpes en el pecho, para terminar llorando y contando a quien me quiera escuchar que importante éra antes de estar en esta nueva cárcel, pidiendo a gritos regresar. Joaquín Vidal Noviembre 2011

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